CUENTO UTILIZADO PARA LA PRESENTACIÓN DE LA TÉCNICA DE LA TORTUGA
Historia
de una tortuga
En una
época muy remota vivía una tortuga joven y elegante. Tenía 6 años de edad y
justo entonces acababa de empezar 1°A. Se llamaba Tortuguita.
A
Tortuguita no le gustaba ir al colegio. Prefería estar en casa con su madre y
su hermanito. No
quería
estudiar ni aprender nada de nada; sólo le gustaba correr y jugar con sus
amigos o pasar
las
horas muertas viendo la televisión. Le parecía horrible tener que hacer cuentas
y más
cuentas;
y aquellos horribles problemas de matemáticas que nunca entendía. Odiaba con
toda el
alma
leer y lo hacía bastante mal y era incapaz de acordarse de apuntar los deberes
que le
mandaban.
Tampoco se acordaba nunca de llevar los libros al colegio.
En
clase, jamás escuchaba a la maestra y se pasaba el rato haciendo ruidos que
volvían locos
a
todos. Cuando se aburría, y sucedía muy a menudo, interrumpía la clase
chillando o diciendo
tonterías
que hacían reír a todos. En ocasiones, intentaba trabajar pero lo hacía rápido
para
terminar
cuanto antes y se volvía loca de rabia cuando, al final le decían que lo había
hecho mal.
Cuando
esto sucedía arrugaba las hojas o las rompía en mil pedazos. Así transcurrían
los días.
Cada
mañana, camino del colegio, se decía a sí misma que iba a esforzarse todo lo
posible para
que no
la castigasen en todo el día. Pero, al final, siempre acababa metida en algún
lío. Casi
siempre
se enfurecía con alguien y se peleaba constantemente, aunque sólo fuera porque
creía
que el
que le había empujado en la cola, lo había hecho a propósito. Se encontraba
siempre
metida
en dificultades y empezó a estar harta del colegio. Además, una idea empezó a
rondarle
por la
cabeza; «soy una tortuga muy mala», se decía. Estuvo pensando esto mucho tiempo
sintiéndose
mal, muy mal.
Un
día, cuando se sentía más triste y desanimada que nunca, se encontró con la
tortuga más
grande
y más vieja de la ciudad. Era una tortuga sabia, tenía por lo menos 100 años y
su tamaño
era
enorme. La tortuga sabia se acercó a Tortuguita y le preguntó qué le ocurría.
Tortuguita tardó
en
responder impresionada por semejante tamaño. Pero la vieja tortuga era tan
bondadosa como
un
Secreto. ¿No comprendes que llevas sobre ti la solución para los problemas que
te agobian?»
Tortuguita
no sabía de qué le estaba hablando. «¡Tu caparazón, tu caparazón!», exclamó la
tortuga
sabia, «¡para eso tienes una coraza! Puedes esconderte en su interior siempre
que te des
cuenta
de que lo que estás haciendo o diciendo te da rabia. Entonces, cuando te
encuentres
dentro
de tu caparazón dispondrás de un momento de tranquilidad para estudiar tu
problema y
buscar
la mejor solución. Así que, ya lo sabes, la próxima vez que te irrites, métete inmediatamente
en tu caparazón».
A
Tortuguita le gustó la idea y estaba impaciente por probar su nuevo secreto en
el colegio.
Llegó
el día siguiente y, de nuevo, Tortuguita cometió un nuevo error que estropeó su
hoja de
papel
blanca y reluciente, empezó a experimentar otra vez sentimientos de furia y
rabia, y cuando
estaba
a punto de perder la paciencia y arrugar la hoja, se acordó de lo que le había
dicho la
vieja
tortuga. Rápida como el rayo, encogió sus brazos, piernas y cabeza,
apretándolas contra su
cuerpo,
deslizándose hacia el interior de su caparazón. Permaneció así hasta que tuvo
tiempo de
pensar
que era lo mejor que podía hacer para resolver su problema con la hoja. Fue
estupendo
para
ella encontrarse allí tan tranquila y confortable dentro de su caparazón donde
nadie podía
molestarla.
Cuando
por fin salió de su caparazón, se quedó sorprendida al ver que su maestra le
miraba
sonriente.
Tortuguita explicó que se había puesto furiosa porque había cometido un error.
La
maestra
le dijo que estaba orgullosa de ella porque había sabido controlarse. Luego,
entre las
dos,
resolvieron el fallo de la hoja. Parecía increíble que con una goma y borrando
con cuidado, la
hoja
pudiera volver a quedar limpia.
Tortuguita
continuó aplicando su secreto mágico cada vez que tenía problemas, incluso en
el
recreo.
Pronto, todos los niños que habían dejado de jugar con ella por su mal
carácter,
descubrieron
que ya no se enfurruñaba cuando perdía en un juego ni pegaba a todo el mundo
por
cualquier motivo. Al final de curso, Tortuguita aprobó todo y jamás le faltaron
amigos
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